jueves, 7 de febrero de 2008

SENTIMIENTOS ACAMBAY


¿Cuál es la magia que nos hace sentirnos tan bien al estar cerca de algunos amigos? Ayer me encontré con “mi bandita” de AyayayAcambay y de verdad que lo disfrute muchísimo. Los seis tequilas con sangrita y las más de 3 horas de conversación se fueron como granitos de arena.

Sin duda es con ellos con quienes más puedo hablar de antropología, no de grilla o de calificaciones, sino de antropología. Y aunque cuando estamos juntos siempre estamos envueltos en risas, lo antropológico nunca nos abandona.

Ciertamente, ese ambiente es en gran parte obra de Leif, nuestro profe del PIF “Conflicto, normatividad, control y religiosidad popular en las comunidades indígenas del centro del país”. Con él siempre se aprende, del más trivial comentario, de la anécdota más intrascendente, incluso del chiste intelectual, logra uno encontrar orientación antropológica, y además en un clima grato, en un lenguaje accesible.

Ayer mismo comentaba que en muchas comunidades indígenas, la gente prefiere hoy acudir a la medicina alópata que atenderse con su chaman o curandero tradicional. –“Claro, pensé, se dan cuenta de la mayor efectividad”-. Pero no, lo hacen ¡porque es más barato! Esa sola afirmación motivo diversas ideas, reflexiones sobre identidad, funcionalidad, economía, globalización, continum, y etcétera.

A Leif yo lo conocí en Popayán, en el Felaa de Colombia en 2005, y el tipo me cayó bien. Al verlo exponer y sobretodo al verlo convivir con sus alumnos me decidí a tomar clase con él. Fue una gran decisión. Hoy es mi director de Tesis.

Con Carlita he convivido una barbaridad, somos viajeros frecuentes, compañeros de los mismos viajes. Hemos estado juntos en Colombia, Venezuela, Brasil, Chihuahua (¿y los tarahumaras?), y por supuesto Acambay. Es una excelente amiga, me cuida, me procura, me acompaña. Pero además me apoya antropológicamente. Muchas veces me ha ayudado cantidad con sus observaciones. No es todo. Ambos nos prestamos el oído y la palabra. Sabemos el uno del otro.

Oskar, es genial, siempre luchando contra la vida y en contracorriente, ¡pero le va muy bien!


Cuando lo veo siempre me viene a la mente que es un pederasta, y eso que su pareja es mayor que él, pero ¡parece una impúber!, uyyy, pero solo de oírla uno nota que es muy chida (y no tan escuincla).


Hace un mes estaba yo en Guadalajara y recordaba frecuentemente a Oskar, pues él es de allá, y sucedió que tome unos tragos en la Alemana, un bar, del que ambos hemos comentado. Comí en una plaza llamada de las 9 esquinas, donde lo que sobran son birrierías, ese sitio él me lo recomendó. Y finalmente platique con una amiga sobre la barranca, un lugar en Guadalajara al que cuando estaba allá siempre iba, hasta que me acabe las rodillas. Es un paseo obligado para todos los tapatíos y al parecer va a desaparecer, lo van a convertir en vaso de presa o algo así.
Pero lo relevante es que hace muy poco tiempo murió ahí el papá de Oskar, en un lugar al que amaba y en el que quiso que quedaran sus cenizas. Desde que lo supe, esa barranca tiene para mí un significado adicional.
Ayer no pude darle el pésame. Soy malo para esas cosas.

Tatiana es maravillosa. Tiene unos ojos espectaculares, casi tan bonitos como sus pecas. Ella dice que la primera vez que me vio fue en un evento antropológico organizado por “abusos y costumbres”, sobre “El ejercito zapatista de mujeres mazahuas en defensa del agua”, y pensó que yo era un maestro. El primer recuerdo que tengo yo de ella no es visual, sino auditivo. Fue en clase con Leif, y al oír su voz grave y clara –muy hermosa- provocó que volteara a verla. Mi primer pensamiento me lo reservo, no sea que se me vaya a cebar, y bueno, uno nunca sabe.


Tatiana me trae asolado con los zopilotes y el payasito, con decirme chabochi, y con la edición del video sobre la sierra (¿y los tarahumaras?). Quiere navegar con bandera de niña pobre, pero con esa carita de popis, ¿quién se la puede creer?

Con Víctor –que ayer no fue- es otro rollo. La nuestra es una amistad de fuera máscaras, bueno, más o menos. Sucede que el dice conocerme desde antes de que fuéramos compañeros, ya que una vez, junto con una amiga suya que lo tiene chicoteado, ambos dos me vieron pasearme solitario por la playa nudista de Zipolite, ¿o sea? ¡¡!!


Víctor es hidalguense como mis recuerdos prenatales, músico como mi benjamín, tímido como mi adolescencia y se le da la palabra escrita, el pensamiento agudo y el sarcasmo
Es una lata. Con él, el beber no es de ocasiones especiales, y es de un impertinente, le da pena ajena: cuando estoy por tomar fotografías a pinturas en museos, ¡me tapa el flash!

Leif es mi profe y mi gurú. Es danés como los panes que venden en Sambors. Y es el prototipo de antropólogo de tiempo completo. Investiga, da clases, hace trabajo de campo, asesora y dirige tesis, publica libros, escribe artículos, organiza eventos académicos, integra grupos antropológicos con alumnos y colegas, da conferencias, llega de profesor invitado a diversas partes de América Latina, se entusiasma con el descubrimiento de un texto clásico o novedoso, traduce obras de otros autores.

Pero también le gusta el ron, disfruta sus sabáticos, deja latir su corazón, hace nuevos amigos, se deja seducir por el cuy peruano. Leif es 10 años mayor que yo, pero en muchas cosas somos contemporáneos. Como en esto de pasarla tan bien con la gente joven.