miércoles, 19 de diciembre de 2007

SUERTE DE ANTROPÓLOGO




Suerte de antropólogo

Enviado por: "Yvar Langle Monzalvo" http://mx.f310.mail.yahoo.com/ym/Compose?To=yvarpuma@yahoo.com.mx&Subj=%20RE%3Asuerte%20de%20antrop%F3logoyvarpuma
Mar, 18 de Dic, 2007 9:36 pm (CST)

Anoche decido que el día de hoy lo dedicaría a un paseo en lancha por el lago Atitlan. Dura 7 horas y debo de estar a las 8.30 de la mañana. Conclusión: No me levante.Como a las once de la mañana abandono el hotel y entonces opto por ir a Chichicastenango, ya que me dicen que esta de fiesta. Tomo un autobús de esos que en México les decimos "chimecos", y los gringos despectivamente llaman aquí "chicken bus" y me voy hasta un lugar que se llama "los encuentros" (de los caminos, algo así como cruceros).Paso por Solola, en donde una mujer treintona y mal encarada me dice: "hazte para allá". Sin contestarle me pongo de pie y la dejo que se "pase para allá". Pero luego luego me hace la plática, que de donde soy, que a donde voy, que cuanto tiempo voy a estar: Ella dice llamarse Diana, es indiscutiblemente indígena, pero la muy aventada me da su teléfono celular y me dice que la busque antes de irme pues me quiere regalar unas servilletas bordadas. Yo también le doy mi número y le digo que la llamada le va a salir como en 50 quetzales.

En "los encuentros" desciendo para transbordar hacia Chichicastenango. El viaje total es como de México - Cuernavaca y me he gastado $17 en el par de chimecos.El lugar es una sorpresa continua. Pero voy a resumir. Hay voladores como los de Papantla, pero estos bajan de dos en dos y la mayoría de las veces sentaditos en su cuerda, como columpio. Van disfrazados, de tigres, de jaguares y de soldados decimonónicos.Un señor me pregunta si tome buenas fotos y le digo que no, que mi cámara en realidad es un celular, que las fotos son de muy baja calidad, pero que aparte después de tomar una, debo esperar casi dos minutos para tomar la siguiente.

Platicamos y se convierte en mi "informante”; me lleva a la cofradía de Santo Tomas, en donde guardan durante todo un año la figura que ahora se festeja. Todo es en maya, él es bilingüe y ciertamente mi traductor.Después vamos a un museo de la mascara en donde hay un altar a Mashimon, un santo tipo Valverde, del perfil de la Santa Muerte, al que acuden los que destilan alcohol clandestino, los rateros y algunos otros delincuentes. Marta Saade me había platicado de él cuando platicábamos de mi tema de tesis, por lo que encontrármelo de improviso es todo un acontecimiento.Vamos posteriormente a un altar maya, un sitio de adoración de los mayas quiches y que en la actualidad se sigue utilizando. Cuando llegamos, montaña arriba, hay gente que esta en ceremonia. Son siete personas, 4 hombres y tres mujeres. Él más joven es el sacerdote maya, esta rezando en su idioma, pero más bien como si platicara con la deidad. En el piso hay un círculo formado por postas redondas, que me parecen de chocolate, pero me explican que son de varias hierbas, encima de ellas hay muchas pequeñas y delgadas velas, todas acostadas y siempre en posición circular, con las llamas apuntando hacia el centro.El altar de piedra tiene algunas cruces también de piedra, en lo que evidencia el sincretismo. Mi informante dice que regularmente se sacrifican algunas aves, para ofrendar sangre a los dioses, que probablemente en la antigüedad se sacrificaran hombres. Por cierto, me comenta también que los palos del volador cuando los cortan y los llevan al sitio donde estarán puestos los van azotando, con látigos, como castigo preventivo, para que no vayan a cometer alguna mala acción con los voladores.

Ufff, es un día muy antropológico. De regreso tengo que tomar tres autobuses por una carretera totalmente sinuosa y con vistas de maravilla. Chichicastenango- Los caminos- Solola- Panajachel. Ya soy un experto movilizándome en el Quiche.

Hay algo que me llama mucho la atención. Muchas veces he visto en el DF, mujeres indígenas, quizá las que trabajan como domesticas, ataviadas con mezclilla, tacones, todas pintadas, tratando de imitar a la patrona, pero se nota de inmediato su adscripción indígena.Aquí, y me doy cuenta sobre todo en los camiones, pasa lo contrario. Las mujeres están ataviadas con su ropa tradicional, de diferentes tipos pues son de diversas comunidades, pero la mayoría parece que están disfrazándose de indígenas, como si fueran mestizas usando una ropa que no es la suya.

Es increíble, pero sin duda se percibe menor pobreza entre la gente indígena guatemalteca, que entre los mexicanos. Además mejor preparación, trato mucho menos esquivo, yo diría que hasta cordial. Me parece que sus usos están aculturizados pero no por ello pierden su legitimidad e identidad étnica. Conservan y utilizan su lengua, visten de acuerdo a sus costumbres y tradiciones, mantienen el culto a sus deidades mayas, se organizan en cofradías, como las mayordomías en México, hay un gran intercambio mercantil de los productos de la zona.

Algo hay que me gusta más que la circunstancia en nuestro país. La diferencia esta muy marcada en los extremos, en los pies y en la cabeza. Las mujeres calzan con huaraches, pero no tradicionales, más bien como sandalias de marca, hasta los de tipo chancla de baño, se ven de buena calidad, con los pies cuidados con esmero. Otras tienen calzado comercial, zapatos como los de cualquier citadina ¡hasta de tacón!, pero atención, no se les ven forzados, se ven como su calzado cotidiano.

Su cabello, peinado a la usanza tradicional luce sin embargo diferente. Me parece que el champú y el enjuague son cotidianos en la mayoría de esas cabelleras.

Ufff, me cuesta trabajo expresarme, siento que por momentos no tengo mirada antropológica, y en otras ocasiones me parece que por el contrario, que es esa mirada la que me permite identificar esas diferencias. Lo que es un hecho es que percibo una mejor calidad de vida entre los guatemaltecos que con los indígenas mexicanos.

Hace ya casi 50 años que Fernando Benítez escribió en “Los indios de México” que la pobreza que encontraba en las comunidades que visitaba (y hablaba también de suciedad –física y de los lugares-, de alcoholismo, de desnutrición), solo podía concebirse en lugares como Guatemala y Perú. Yo este año he visitado ambos países y definitivamente, es muy difícil encontrar en ellos la miseria que se vive en el México Indígena.

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